Una breve historia de la gobernanza ambiental - Parte 3

La COP 13 en Copenhague pretendía ser la conferencia que remendara todas las divisiones crecientes que imposibilitaban la acción en las negociaciones internacionales. Se esperaba que con el mecanismo de NAMAs y bajo el principio de las CBDR los países desarrollados y en desarrollo rompieran con el embotellamiento en las políticas implementadas, así como también pretendían recuperar el liderazgo internacional para reconciliar el discurso científico y el político. 
No obstante, la economía tenía otros planes. A puertas de la Conferencia entre las Partes una crisis económica, causada por una burbuja versátil debido a malos prestamos en el mercado de bienes raíces, estalló. La crisis económica de 2008-09 resultó en el debilitamiento del multilateralismo, mientras en la Unión Europea los países cortaban lazos económicos mediante la falta de ayudas a los países que sufrían de la crisis del euro, en Estados Unidos el proteccionismo económico se convirtió en un mantra para reactivar la economía y solucionar el problema de bienes raíces. 
Así fue como en Copenhague llegó la comunidad internacional más dividida que nunca, nadie quería pensar en regulaciones a las emisiones en medio de una crisis económica, y precisamente allí fue donde se concentró la atención de las instituciones internacionales. Mantener los mercados alternos y dinamizar la demanda, el cambio climático pasó a un segundo plano. Respondiendo a la situación, el discurso político empezó a evolucionar para generar la figura del "free-rider". Esta justificaba la inacción de un país por las emisiones del resto del Sistema Internacional, legitimando la culpa y la falta de liderazgo. 
Adicional a estos fenómenos, entre 2011 y 2015 la inestabilidad política causada por la crisis económica, y luego por la primavera árabe, terminaron de destruir al liderazgo ambiental europeo. La crisis migratoria en Europa propició el ascenso de gobiernos populistas con un discurso político en contra del multilateralismo y la imposición de sanciones por la reducción de emisiones. Así, se consolidó finalmente la brecha entre el discurso político y el científico. No obstante, fue este último el que, con los avances en las tecnologías de medición y la reducción en la incertidumbre de los resultados, iba entrando cada vez más en la conciencia de la población de occidente.
Aquí se produjo un cambio en las dinámicas de las negociaciones ambientales, mientras los gobiernos nacionales abandonaban sus compromisos, líderes locales y organizaciones no estatales surgían por todo el mundo promoviendo el discurso científico y la mitigación del cambio climático. Es así como el último periodo en la negociación ambiental está caracterizado por la multitud de actores involucrados y el aumento en la complejidad de las dinámicas ambientales internacionales. Conceptos como la legitimización de los actores no estatales, la gobernanza multinivel, la seguridad climática y la sostenibilidad urbana se apropiaron de la discusión y revolucionaron un estadio diplomático que parecía congelado. Es así como cambia la lógica de las negociaciones ambientales, mientras que desde 1972 los Estados habían buscado un acuerdo "top-down" para imponer políticas de reducción de emisiones, el cambio de liderazgo y la falta de compromiso de los gobiernos nacionales forzó un nuevo sistema "buttom-up" a las negociaciones. 
Este nuevo sistema con una multitud de actores, incluyendo a los gobiernos locales, la sociedad civil, redes transnacionales y comunidades epistémicas, se materializó en 2016 con la COP 19 en Paris. Los acuerdos de Paris finalmente rompieron con el embotellamiento de las negociaciones. Se reconoció al cambio climático como un problema complejo, a largo plazo y urgente. Con los mecanismos establecidos por este acuerdo, la ambición y el cumplimiento de las pautas depende de cada Estado, con un mecanismo de transparencia para facilitar el análisis de las políticas que aumenten progresivamente la descarbonización de las economías. La negociación pasó de una exclusión rígida a un universalismo flexible que finalmente integró a los países desarrollados y los países en desarrollo. Las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs) son la realización del principio de CBDR y con los mecanismos de verificación se integra el discurso político y el científico progresivamente.
Según esta lógica, el liderazgo es compartido y son los actores no estatales que impulsan esta transición. Pero esto también crea una debilidad en el sentido que cualquier desestabilización en el Sistema Internacional puede ralentizar la aplicación de las políticas necesarias, y la falta de sanciones terminan de aportar a la vulnerabilidad del acuerdo. Es de esta vulnerabilidad de donde se ha aferrado el discurso político populista, normalmente de derecha, que en occidente aún lucha con el discurso científico que predomina desde hace una década.
Por último, llegamos al 2020. La recesión causada por el COVID-19 es la desestabilización que necesitaba el sistema "buttom-up" para demostrar sus fragilidades. Es por esto por lo que los paquetes de reactivación económica, como lo expliqué en entradas anteriores, no se ha concentrado en la descarbonización económica. Con este análisis histórico de la gobernanza ambiental internacional, las dinámicas que rigen los compromisos políticos de los gobiernos se vuelven mucho más claras, y seguramente la respuesta a esta pandema de inicio a una nueva época de negociación, determinante para definir el alcance de las respuestas y la última oportunidad para reconciliarnos con el discurso cienntífico.

Por: Tomás Villescas Botero
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